Los discursos parlamentarios de Práxedes Mateo-Sagasta

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1505
Legislatura: 1893-1894 (Cortes de 1893 a 1895)
Sesión: 5 de julio de 1893
Cámara: Congreso de los Diputados
Discurso / Réplica: Réplica
Número y páginas del Diario de Sesiones: 72, 2233-2235
Tema: Proposición relativa a la continuada crisis del Gobierno y a la inestabilidad de los proyectos que presenta a las Cámaras

El Sr. Presidente del CONSEJO DE MINISTROS (Sagasta): Me encontraba yo, Sres. Diputados, un poco apenado porque por una proposición incidental del Sr. Mella, que tenía por objeto satisfacer una curiosidad, legítima en un representante de la Nación, hubieran pasado aquellas horas que el acuerdo del Congreso había destinado para esta clase de debates y se hubiera dejado de entrar en la discusión de los presupuestos. Pero después de la altura que ha tomado el debate, después de las palabras aquí pronunciadas, y después del elocuente discurso que acabáis de oír al ilustre jefe del partido conservador, verdaderamente yo me felicito de ello porque no se ha perdido tiempo. No es porque yo lo ignorara, ni tampoco porque no lo sospechara, sino porque bueno es que muchos que lo ignoraba o por lo menos aparentaban ignorarlo, lo sepan; ha sido bien que el jefe del partido conservador haya expuesto aquí, con la elocuencia que le es propia, el espíritu verdadero del partido conservador en el asunto de los presupuestos. Como el Sr. Cánovas del Castillo, siente el Gobierno tener que tocar a ciertos organismos que bien hubiera querido respetar, y a aquellos elementos del país que tanto contribuyen a su grandeza y a su bienestar. Bien hubiera querido el Gobierno no tocar la administración de justicia, ni tocar al ejército, ni tocar tampoco a la marina ni a otros elementos de que aquí se ha hablado.

Pero, Sres. Diputados, si el Gobierno no hubiera tenido en esto que contrariar sus sentimientos y su voluntad, ¿dónde iba a hacer las economías, tan in-[2233] dispensables para la nivelación de los presupuestos?¿De dónde las íbamos a sacar' Y, después de todo, si no hubiéramos contrariado nuestra voluntad y nuestro sentimiento en este punto, si no hubiéramos hecho las economías indispensables, si no hubiéramos buscado los ingresos precisos y no hubiéramos llegado a la nivelación de los presupuestos, ¿qué hubiera sido con el tiempo de esos mismos elementos tan respetables para el Sr. Cánovas del Castillo, como para el Gobierno, como para los Sres. Diputados y para todo buen español? Porque es necesario desengañarse. Yo creo que el partido conservador y todos los partidos políticos están desengañados en este punto, y yo debo declarar aquí que el partido conservador hizo en su último paso por el Gobierno todo lo posible para realizar economías. Pues, a pesar de las economías que realizó, algunas verdaderamente sensibles, no se puede negar que el presupuesto último, sin culpa, claro está, del partido conservador, y a pesar de sus grandes esfuerzos, se va a liquidar con un déficit de cuarenta y tantos millones de pesetas.

Pues bien; era imposible seguir el camino de las economías por reducción; era necesario buscar economías, ¿cómo? por la transformación de los servicios, y para ello no había más que un camino, que es el que ha emprendido el Gobierno, con mucho sentimiento suyo, porque para él personalmente lo mejor sería estarse quieto. ¡Ah! ¡cuántas molestias, cuántas penalidades, cuántos disgustos se hubiera ahorrado el Gobierno y se hubieran ahorrado todos y cada uno de los Ministros! ¿Pero era ese su deber? No, hubiera faltado al deber más imperioso en las circunstancias críticas por que atraviesa el país. No había más remedio que buscar las economías en la transformación de los servicios, y no podía transformar los servicios sin modificar las leyes que los establecen; y de ahí la necesidad en que se ha visto de pedir en el presupuesto ciertas y determinadas autorizaciones.

No que considere el partido liberal como buen principio y buen sistema de gobierno la petición de autorizaciones, y mucho menos incluidas en los presupuestos, no; es que el Gobierno se encontraba con una necesidad apremiante, cuya satisfacción era de urgencia, y el Gobierno debía atender a esa apremiante necesidad si quería cumplir con el primer deber que le había traído a este puesto.

Ahora tengo que deshacer un error en que yo creo que no está el partido conservador, pero en que están muchas personas dentro de la opinión pública; porque se dice que el partido conservador hace respecto de las autorizaciones que el partido liberal demanda lo que el partido liberal hizo con el partido conservador en las autorizaciones que el partido liberal demanda lo que el partido liberal hizo con el partido conservador en las autorizaciones que ese partido pedía. Pues bien, Sres. Diputados; sin que esto sea en manera alguna criticar la conducta del partido conservador, porque ya he dicho y he reconocido que hizo todos los esfuerzos posibles para realizar economías en los gastos del presupuesto, lo cierto es, que el partido conservador presentó en los últimos presupuestos mucho mayor número de autorizaciones que nosotros; presentó nada menos que veinticinco o veintiséis autorizaciones dentro del presupuesto de la Península. ¿Y qué hizo el partido liberal? El partido liberal sirvió de intermediario entre el Gobierno y la minoría republicana, que se oponía absolutamente a toda autorización, y que amenazaba no dejar pasar los presupuestos si en ellos encontraba la petición de autorizaciones. Yo fui, Sres. Diputados, el intermediario entre el Gobierno y la minoría republicana; yo pude conseguir de la minoría republicana que sacrificara lo que ella entendía parte integrante de sus principios y de sus convicciones, porque no entraba en su sistema el principio de las autorizaciones, y conseguí que limitara su oposición a dos, tres o cuatro de ellas.

Y, en efecto, cuando hube conseguido que la minoría republicana limitase su oposición a tres autorizaciones, porque, si no estoy equivocado, no pasaban de este número, entonces aconsejé al Gobierno de S. M. que prescindiera de esas tres autorizaciones para que pudieran pasar todas las demás y aprobarse con ellas los presupuestos. Conste, sin embargo, que la minoría liberal ni aun a esas tres autorizaciones se oponía de una manera absoluta; ciertamente no estaban esas autorizaciones dentro de nuestros principios, no creíamos que eran necesarias siquiera en aquel momento, pero, aún así y todo, las hubiéramos dejado pasar. De suerte que, en último resultado, en la cuestión de las autorizaciones lo único que hoy pide el partido liberal a la minoría conservadora y a todas las demás es lo que en otras ocasiones ha dado la minoría liberal a los partidos que gobernaban.

Conforme de toda conformidad con el Sr. Cánovas del Castillo: es necesario hacer economías, es necesario hacer sacrificios para obtenerlas; pero cuidado con hacer sacrificios de tal naturaleza que puedan perturbar en daño del Estado aquellos servicios que se modifiquen. Es verdad, y el Gobierno ha procurado ajustarse a ese criterio. Claro está que siempre es peligroso modificar, cambiar un servicio, porque hay siempre el temor de echarlo a perder; pero, señores Diputados y Sr. Cánovas del Castillo, cuando se trata de servicios organizados como los tenemos en España, cuando se trata de una Administración que todos reconocemos que no está bien organizada, no es tan grande el peligro de que la echemos a perder. Todos los días estamos diciendo que los servicios no están bien organizados, que hay que variar, modificar y mejorar nuestra administración; pues, después de todo, en la modificación que vamos a hacer de los servicios puede ser que alguno se perjudique; pero lo que es la mayoría seguramente se mejorarán.

Porque todavía, cuando se encuentra uno con una máquina que marcha perfectamente, cuyas ruedas engranan de una manera admirable, sin choques, sin rozamientos; que verifica un trabajo completo, es claro que hay que tener mucho cuidado para mejorarla, porque hay el peligro seguro de que al modificarla se eche a perder, una vez que marcha perfectamente. Pero como se trata de una máquina que marcha mal, que tiene malos engranajes, que sus ruedas andan a fuerza de choques, que verifica un trabajo poco útil, no hay inconveniente en proceder a mejorarla, porque lo único que puede suceder es que quede tan mal como estaba, ya que peor no puede quedar.

De ahí que el Gobierno haya procurado reorganizar los servicios sin el peligro de perjudicarlos, antes con la esperanza de mejorarlos en bien del país, y al mismo tiempo para poder obtener aquellas economía que son de todo punto indispensables.

Después de todo, el partido liberal ha venido al poder para regenerar la Hacienda y nivelar los presupuestos, y para esto está dispuesto a hacer cuan-[2234] tos sacrificios sean necesarios, porque lo cree la primera de las necesidades del país; y si para nivelar los presupuestos hay que hacer sacrificios, no hay remedio, es preciso soportarlos; eso es lo que exige a todos el patriotismo.

Pero si por temor de que se perturben los servicios; si por el clamoreo de los intereses que se crean lastimados en este pueblo, en aquella provincia o en aquella región, no se hace la reorganización de los servicios, y las reformas propuestas por el Gobierno van desapareciendo, y se nos obliga a prescindir de 3 millones en Gracia y Justicia, de 7 en Guerra, de 1 ½ en Marina y de 3 ó 4 en Hacienda, ¡ah! entonces no hay esperanzas de que se nivelen los presupuestos.

Yo ya sé que se me dirá: no importa; si no se nivelan este año, se nivelarán el que viene, y si no, al otro. Señores Diputados, veinte años hace que venimos diciendo lo mismo, y hasta ahora no los hemos nivelado, y yo creo que sin una voluntad muy firme, que sin una resolución enérgica de nivelar los presupuestos de una vez para siempre, no se nivelarán jamás; y como yo lo considero de absoluta necesidad, si hemos de salir de la situación tristísimo en que se encuentra nuestro Tesoro, de ahí los esfuerzos que hace el Gobierno para llegar a la nivelación de los presupuestos.

Estas son las razones que el Gobierno ha tenido para proponer las reformas que ha propuesto. Claro está que como su objeto principal, como la esencia de su política estriba en llegar a la nivelación de los presupuestos, si en las reformas que se presenten, porque las presenta de buena fe y no tiene criterio cerrado, se le demuestra que de alguna manera pueden quedar mejor organizados los servicios que como el Gobierno lo propone, con tal que no altere la cifra del presupuesto, está aceptada cualquier modificación. Para nosotros no hay más que dos condiciones: primera, la cifra del presupuesto; segunda, la seguridad de que con la reforma de los servicios del Estado no han de ser perturbados.

En este sentido, lo mismo con respecto a las reformas de Gracia y Justicia que en lo que toca a todas las demás reformas que el Gobierno propone, si se presenta otra organización que sin variar las condiciones del presupuesto demuestre que no se desorganiza la administración de justicia, queda desde luego aceptada en reemplazo de la que el Gobierno propone. Y esto es lo que ha pasado con la reforma que ha sido objeto de debate esta tarde. Se presenta otra reforma que se cree que, sin alterar la cifra del presupuesto, podrá organizar por lo menos tan bien como la anterior la administración de justicia, aún cuando hay quien cree que mejor, y nosotros hemos dicho: pues vamos a estudiarla; pero en el estudio que estamos haciendo de ella hemos visto algunas dificultades, porque tratándose de la administración de justicia, todo cuanto se haga con reflexión, con calma y con reposo para estudiarla es poco. Y esta es la cuestión: el Gobierno está todavía estudiando si en efecto esa reforma segunda es mejor que la primera; y si el Gobierno se convence de que positivamente así es, aquí vendrá, y si no, no vendrá. Esto es, repito, lo que aquí ha pasado.

El Sr. Cánovas del Castillo, maestro, como es, en las lides parlamentarias, no ha querido tratar la cuestión de la crisis, y ha hecho bien, porque realmente no hay crisis; no hay más que una de esas dificultades que se presentan a todos los Gobiernos cuando se trata de un proyecto de la importancia que tiene siempre todo lo que se refiere a la administración de justicia y que le detienen en su camino para buscar lo mejor, y eso es lo que está pasando ahora.

Yo he sido autorizado por mis dignos compañeros para ver de resolver esta cuestión. ¿Es que yo tengo la suerte de aunar las voluntades en este punto? Pues entonces no habrá pasado nada. Yo lo procuro, aun cuando no sé si lo conseguiré. ¿Es que no tengo esa suerte? Pues entonces vendrá la resolución, que yo tomaré bajo mi responsabilidad, y después de la aprobación de S. M. la Reina, nadie la sabrá antes que los Cuerpos Colegisladores. A esto se reduce el problema de esta tarde. Y como yo, siguiendo en esto el ejemplo que nos ha dado a todos el jefe del partido conservador, no quiero contribuir a que se pierda más tiempo para que dejemos de entrar pronto en la discusión de los presupuestos, no tengo más que decir y me siento.



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